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Publicado el 15 Octubre 2020
Un breve análisis de lo logrado en los últimos 10 años por el Plan Bicentenario, lanzado en el año 2011 luego de un trabajo conjunto de las fuerzas políticas y sociales del país con miras hacia el 2021. ¿Fue un éxito o un fracaso?, ¿Cuántas de las metas se han cumplido hasta la fecha?, ¿Qué lecciones aprendidas podemos tomar para el nuevo plan hacia el 2050?
Por: José Beltrán y Claudia Beltrán
El Plan Bicentenario es el plan estratégico de largo plazo del Perú que contiene las políticas nacionales de desarrollo que se ejecutaron en los últimos 10 años, con miras a lograr la visión que se definió hace una década para nuestro país y que podemos resumir de la siguiente manera: Somos una sociedad democrática en la que todos los habitantes tienen una alta calidad de vida e iguales oportunidades para desarrollar su máximo potencial (CEPLAN 2011).
Ad portas del Bicentenario de nuestra independencia, y en medio de la peor crisis socioeconómica de los últimos 100 años, es claro que la Visión del Perú al 2021 no se ha logrado. Dicho esto, hagamos un breve análisis del plan y veamos en qué ha fallado. El Plan, culminado en el año 2011 luego de 2 años de trabajo multisectorial, tomó como base la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el concepto de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas y las 31 Políticas de Estado definidas por el Acuerdo Nacional, que agrupó a las principales fuerzas sociales y políticas del país.
En primer lugar, revisemos los 6 ejes estratégicos definidos en el Plan.
1. El primer eje se enfocó en los Derechos Fundamentales y Dignidad de las Personas, en el cual se plantea la reducción de las inequidades como la pobreza y la pobreza extrema.
2. El segundo eje es el de Oportunidades y Acceso a los Servicios, cuyo principal objetivo es el “acceso equitativo a servicios fundamentales de calidad en educación, salud, agua y saneamiento, telecomunicaciones, vivienda y seguridad ciudadana”.
3. El tercer eje, Estado y Gobernabilidad, tiene como objetivo principal el crecimiento de las instituciones del Estado en las regiones, fortalecer el proceso de descentralización y tener un Estado ágil, transparente y eficaz”.
4. El cuarto eje, Economía, Competitividad y Empleo,tiene como objetivo central la “reducción del subempleo y el desempleo, la mejora de la competitividad, la inversión y la presión tributaria y la mayor estabilidad macroeconómica”.
5. El quinto eje, Desarrollo Regional e Infraestructura, busca cerrar las brechas de desigualdad de recursos y capacidades que existe entre Lima y las demás regiones.
6. El sexto eje, Recursos Naturales y Ambiente, hace hincapié en la dimensión ambiental del desarrollo y la necesidad de asegurar una gestión apropiada de los recursos naturales y la conservación del ambiente.
En segundo lugar, analicemos los resultados en cada eje estratégico a la fecha. Respecto al primer eje, la reducción de la pobreza ha tenido avances importantes, al disminuir de 27.8% en el 2011 a 20.2% en el 2019 (INEI 2011 y 2019), mientras que la pobreza extrema se redujo de 6.3% en el 2011 a 2.9% en el 2019. Sin embargo, estos porcentajes deben ser revisados en el contexto de los efectos de la pandemia por el coronavirus. Sobre el segundo eje, debemos reconocer que el Perú ha tenido avances significativos en términos de mejora en la esperanza de vida del peruano promedio y la reducción de los niveles de desnutrición, analfabetismo y mortalidad infantil, aunque aún estamos muy lejos de alcanzar los estándares de países desarrollados.
Respecto al tercer eje, podemos afirmar que la Gobernabilidad deseada para el 2021 por ahora es una ilusión, mermada por la falta de consenso entre los poderes del Estado, lo que no permite tener una agenda común ni combatir eficientemente los problemas centrales que afectan al país. Sobre el cuarto eje, que planteó un crecimiento promedio de 6% anual del PBI, la realidad es que entre el 2011 y el 2019 el crecimiento promedio anual del PBI peruano ascendió a 4.1%, 30% inferior al crecimiento esperado, mientras que el PBI total sólo creció en 43% respecto al del 2010 (BCRP 2020), muy por debajo del deseado 100% adicional planteado por el Plan Bicentenario.
Sobre el quinto eje, según el Foro Económico Mundial, tenemos un déficit de inversión estimado en US$ 160,000 millones para cerrar la brecha de infraestructura (Gestión 2019). Finalmente, respecto al sexto eje, nuestro país registra anualmente cerca de 200 conflictos sociales generados por la extracción de recursos naturales (Defensoría del Pueblo 2019), además de contar con 12 especies en peligro de extinción (National Geographic 2020) y un área cercana a 2.3 millones de hectáreas de bosques devastadas desde el 2001, como consecuencia de la agricultura migratoria, la tala y la minería ilegal, además del narcotráfico (Gestión 2020).
Como podemos observar, si bien es cierto se han logrado avances en ciertos temas centrales, en ningún eje estratégico se ha logrado el éxito deseado. Es más, en el actual contexto de pandemia, caracterizado por una profunda crisis sanitaria, económica y política, se han transparentado todas las deficiencias y carencias del aparato estatal en todos sus frentes, se ha debilitado aún más el sistema económico, y se han evidenciado importantes defectos de nuestra sociedad, como la falta de confianza en las instituciones, la corrupción enraizada a todo nivel, la delincuencia galopante, entre otros elementos que en su conjunto constituyen una forma figurada de tormenta perfecta que amenaza con destruir lo poco avanzado en las últimas dos décadas en términos de reducción de la pobreza y la fortaleza fiscal.
Entonces, analizando el contexto en el que nos encontramos, surge nuevamente la pregunta central: ¿El Plan Bicentenario es un éxito o un fracaso? En principio, como se ha demostrado de manera general, los objetivos planteados en el Plan Bicentenario no se han cumplido, lo cual indicaría que el Plan es un fracaso, aunque debemos reconocer que se ha avanzado en ciertos aspectos sociales y económicos, como la reducción de la pobreza, la lucha contra la desnutrición y la reducción del analfabetismo, entre otros. Sin embargo, la pandemia que sufrimos en estos momentos nos ha hecho retroceder a niveles aún no evaluados y nos ha demostrado que aún falta un camino muy largo por recorrer para lograr desarrollo y sostenibilidad.
Por todo esto, consideramos que este es el momento para redefinir los objetivos, las políticas y las estrategias que debemos seguir para lograr el desarrollo sostenible, un momento histórico que nos plantea una nueva oportunidad para planificar los pasos a seguir hasta lograr el desarrollo con miras al 2050, basado en el consenso del Estado, las empresas, la sociedad civil organizada, los partidos políticos y la academia, con lineamientos y objetivos claros y concretos: vivir en una sociedad justa y equitativa, que satisfaga las necesidades básicas de la población, erradicando totalmente la pobreza, con respeto a la diversidad y el medio ambiente.
De esta forma, podremos decir dentro de 30 años que tenemos el Perú que queremos.